Dado el desarrollo tecnológico en ese entonces, se podría decir
que la Primera Guerra Mundial fue una guerra de trincheras porque las
alternativas para avanzar en campo enemigo eran escasas. A la par del
desarrollo de armas de fuego también estaban las químicas, los militares
estaban en búsqueda de nuevas formas de matar, así que utilizaban gas lacrimógeno,
mostaza y de fosgeno en el bélico entorno.
Para protegerse de los gases tóxicos y generar temor en el
bando opuesto los soldados tenían que utilizar máscaras anti-gas pero era
imposible utilizarlas a todas horas. Los soldados no eran los únicos
preocupados por la situación por lo que paralelamente se estaba trabajando en
un método de detección de gases químicos, utilizando una gran variedad de
animales para sus experimentos. La problemática se solucionó hasta que
intervino Paul Bartsch, conservador del Museo Nacional de Historia y profesor de
los Estados Unidos.
Paul Bartsch. |
Bartsh, aparte de las investigaciones que hacía en el museo
y la universidad, tenía otra línea de investigación en otros campos no tan
académicos. Dentro de los trabajos que desarrollaba, experimentaba con las
babosas de jardín y detectó que reaccionaban de manera rápida al humo de su
chimenea. Después de múltiples estudios en compañía de sus babosos amigos, se dio
cuenta que era exactamente lo que el ejército estaba buscando.
Limax Maximus. |
Aunque el ser humano es capaz de detectar gas mostaza, lo
hace demasiado tarde (cuando la concentración de partículas aire/gas es una
entre cuatro millones). Este no es el caso de las babosas (limax maximus) ya
que detectan gases químicos cuando la concentración es de uno sobre doce
millones. Por lo que es 33.2 veces aproximadamente más eficaz en la detección del
gas tóxico que el ser humano. Además, las babosas pueden cancelar su sistema
respiratorio por lo que se pueden utilizar más de una vez para la tarea.
Una vez finalizado
su estudio, Paul Bartsh se comunicó con el ejército de los Estados Unidos de
América y el dispositivo fue aceptado por el bajo coste que supuso y su enorme
facilidad de cargar (en una cajita con una esponja húmeda). Estos no tan carismáticos pero valientes animalitos
participaron en la guerra durante los últimos cinco meses que duró.
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