Doscientos años después de que los primeros maoríes se asentaran en Nueva Zelanda en el siglo XIII, se esfumaron de las islas nueve especies de moas.
Ahora, un equipo de biólogos, arqueólogos y expertos en genética plantea en la revistaProceeedings of the National Academy of Sciences que la desaparición de estas grandes aves no voladoras no fue en absoluto casual.
En su estudio, los investigadores destacan que tras analizar los restos de 281 individuos pertenecientes a distintas especies averiguaron que antes de la colonización polinesia, las poblaciones de moas presentaban una amplia variedad genética, un indicio de que, al menos durante los últimos 4.000 años, habían prosperado y mantenían un elevado número de especímenes.
Por ejemplo, los autores del ensayo estiman que en ese tiempo habitarían Nueva Zelanda al menos 9.200 moas gigantes de la isla sur (Dinornis robustus), un animal que podía superar los 3,5 metros de altura. No obstante, descubrieron que la calidad del ADN se empobrecía notablemente tras la llegada de los humanos, lo que, según los científicos, revela que su número descendió de forma drástica.
Aunque miles de años antes de que se establecieran los maoríes algunas moas, como Euryapteryx crassus, que rondaba los 180 cm de alto, ya habían estado al borde de la extinción, la especie se había recuperado y se desarrollaba satisfactoriamente en las regiones boscosas orientales.
“Nuestros hallazgos apuntan que la intervención humana fue determinante en la desaparición de estas aves”, indica Mike Bunce, de la Universidad Curtin, en Australia, que ha coordinado el estudio.
“Quizá la situación habría sido más compleja en otro lugar, pero en el caso de Nueva Zelanda, el ADN antiguo aporta claras evidencias. La aniquilación de la megafauna fue el resultado de la acción humana.Necesitamos ser más conscientes del impacto que hemos tenido y tenemos el entorno”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario